Gaza no es una moneda de cambio
El reciente retorno de Donald Trump a la Casa Blanca ha estado marcado por una serie de decisiones controversiales tanto a nivel interno como internacional. Una de las más llamativas por su posición y la respuesta de Estados es su propuesta de colocar la Franja de Gaza bajo ocupación estadounidense con el objetivo de transformarla en la “Riviera de Oriente Próximo”, reubicando a su población palestina a otros territorios como Egipto y Jordania. El fundamento de la administración de Trump radica en la afirmación de que las condiciones en Gaza son inhumanas y que, debido a la persistencia del conflicto, el territorio sería inhabitable los próximos años. Sin embargo, esta lógica omite una cuestión esencial. ¿No es acaso deber de la comunidad internacional y de las potencias involucradas garantizar la reconstrucción de Gaza en condiciones dignas y el derecho a permanecer en su tierra, y no generar un desplazamiento de la población palestina?
El plan de Trump ha sido respaldado por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, así como por sectores de la ultraderecha israelí, bajo el argumento de un reasentamiento de Gaza con población civil judía. En tanto, la comunidad internacional ha manifestado un amplio rechazo, señalando que se trataría de una violación flagrante al derecho internacional, que prohíbe expresamente el desplazamiento forzoso de personas.
Lo que hay en Gaza es un frágil y condicionado alto al fuego que puede verse agravado por iniciativas que acaben con crímenes de guerra con más crímenes. La propuesta de Trump no es una solución a la crisis humanitaria ni un intento legítimo de negociación, sino una grave transgresión al derecho internacional, una falta de consideración hacia la soberanía del pueblo palestino y una amenaza al Medio Oriente. Diversos Estados han rechazado esta iniciativa, evidenciando la falta de consenso global sobre un proyecto que, lejos de contribuir a la paz, podría perpetuar la inestabilidad. La comunidad internacional debe centrarse en mantener el alto al fuego y crear condiciones para la reconstrucción de Gaza con respeto a los derechos humanos. Ante una crisis que ha cobrado miles de vidas, la respuesta no puede ser más violaciones al derecho internacional y desplazamiento forzado, sino el reconocimiento de los derechos humanos y el compromiso con una solución que reconozca que Gaza no es una moneda de cambio.