La Era de la Postverdad

Esta semana se generó gran revuelo por una actividad organizada por la Fundación para el Progreso, titulada: “El nazismo es socialismo”. Más allá de lo históricamente falso de esa afirmación, esta columna busca reflexionar sobre un fenómeno más amplio y profundamente peligroso: cómo la información imprecisa, o derechamente falsa, se ha vuelto parte de nuestro día a día. Vivimos en una era donde los hechos, aunque están más disponibles que nunca, parecen importar cada vez menos.

En este contexto, los discursos privilegian emociones y creencias personales por sobre los hechos objetivos. Es ahí donde entra en juego la postverdad. No niega directamente la verdad; simplemente la vuelve irrelevante. Se cree algo porque se desea creerlo, sin importar el trasfondo ni la evidencia disponible que podría refutar esas afirmaciones.
Es importante subrayar que este fenómeno no es exclusivo de un sector político. Se ha convertido en una tendencia transversal que atraviesa discursos públicos en todos los espectros ideológicos, tanto a nivel nacional como global.

La postverdad es peligrosa pues cuando cada quien tiene “su verdad”, la conversación democrática se vuelve extremadamente difícil, al no compartir al menos, un mínimo consenso sobre los hechos y la memoria histórica.

Hoy una afirmación falsa puede viralizarse en segundos, utilizando las mismas herramientas informativas que permiten difundir explicaciones basadas en datos o un análisis crítico. El propio internet ha dado con una expresión que describe con precisión este problema: la “Ley de Brandolini”, que afirma que “la cantidad de energía necesaria para refutar tonterías es un orden de magnitud mayor que la necesaria para producirlas”.

La paradoja es clara: la mentira y desinformación son rápidas, simples y emocionales. La verdad, en cambio, suele ser lenta, compleja y, muchas veces, incómoda. Y sin embargo, es esencial. Sin verdad, no hay diálogo. Y sin diálogo, no hay democracia.

Por eso, las fake news, la desinformación y el negacionismo -especialmente cuando provienen de autoridades o figuras públicas- representan un problema grave que debe ser abordado con herramientas adecuadas, pensamiento crítico y un compromiso colectivo con la verdad. Sobre todo, antes de que sea demasiado tarde.

Pablo Amaza
Coordinador CEE UdeC
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Peter Perish
co-founder of company

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