En 2015, Chile adhirió a la Agenda 2030 con el compromiso de avanzar en el logro de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Conocidos como los ODS, estos se expresan en 169 metas y buscan transformar nuestro actuar hacia un futuro más amigable entre las personas y con el planeta. En 2023, Chile elaboró una Estrategia de Implementación para dar un nuevo impulso a las acciones para lograr estas metas.

Los ODS se basan en el enfoque de desarrollo humano, el cual plantea que se debe medir el progreso humano a partir del bienestar de las personas, pensando en el largo plazo. Siempre enfocado en indicadores objetivos, los primeros indicadores de desarrollo humano fueron esperanza de vida al nacer, el nivel educativo y el ingreso promedio. Buscando motivar a los países para que aseguren las condiciones necesarias, se ha ido incorporando nuevos indicadores y cálculos que permiten visibilizar las desigualdades.

Los ODS considera no solamente las personas, la sociedad y la economía sino incorpora objetivos para el planeta. Además, plantea la necesidad de abordar de manera integral los ODS. Éste implica comprender sus interrelaciones para así buscar sinergias entre nuestras acciones y mitigar efectos negativos, en especial en relación con personas y a grupos comúnmente excluidos de las oportunidades.

En América Latina, Chile es un líder en los ODS. Según la Ocde, Chile ha logrado el estándar de vida adecuada para casi la totalidad de población. Además, ha avanzado en la creación de áreas protegidas, mayor eficiencia energética y ha reducido los combustibles fósiles en su matriz energética. No obstante, la economía chilena es intensiva en recursos naturales y mantiene muchas actividades económicas que amenazan a la salud humana, al medio ambiente y a la biodiversidad. Considerando la importancia del medio ambiente para el bienestar en el presente y el futuro, la Agenda 2030 nos exige adoptar procesos productivos y formas de consumo que faciliten el reciclaje y minimicen los costos ambientales.

Para avanzar hacia transiciones socio-ecológicas justas en este último periodo, debemos ser más ágiles, fortaleciendo la coordinación entre las empresas, las universidades, la sociedad civil y las personas en general para abordar los desafíos en los territorios afectados negativamente por actividades contaminantes.