Rusia inició la demoniada “operación militar especial” con el pretexto de proteger a la población prorrusa que habita en Donetsk y Lugansk, pero también en respuesta a la ampliación de la OTAN, que Rusia considera una amenaza a su zona de influencia geopolítica. Dos años después, un efecto colateral ha sido el impacto que tendrá este conflicto en el desarrollo de la industria militar europea, que hasta el momento no ha favorecido comercialmente a Rusia, pero si a empresas como la británica BAE Sytems, Rheinmetall de Alemania, Thales en Francia y el consorcio Airbus entre otras.

 

En el mercado armamentístico, se dice que la mejor publicidad es ser certificado como “probado en combate”. Es aquí donde Rusia se vio negativamente expuesta a la opinión mundial en numerosos videos publicados al inicio del conflicto, ante lo cual fue legítimo preguntarse si la antigua filosofía soviética de preferir cantidad a calidad sigue vigente a pesar de los esfuerzos de Putin por modernizar su industria como en el caso de Rosoboronexport. Esto ha significado que compradores tradicionales como la India empiecen a mirar a otros fabricantes dada la incapacidad temporal de Rusia para incrementar sus exportaciones y cumplir con sus contratos de mantenimiento. Al contrario, Rusia ha tenido que recurrir a Irán y Corea del Norte para mantener sus suministros de artillería, drones y misiles, y dar de alta equipo que fue retirado desde 1990, a pesar que su producción militar se ha incrementado y sus fábricas trabajan sin parar no obstante las sanciones que han limitado el acceso a componentes y tecnologías críticas para producir armamento.

 

Alguien pudiera pensar que esto es pasajero y que una vez que termine el conflicto todo volverá ser como antes, pero no es tan así. Para Rusia, la exportación de armamento no es solo un pilar de su economía, sino que también es motivo de orgullo nacional. El mercado de las armas no es como cualquiera, porque una vez que un país se decide por cierto fabricante, se produce una relación de largo plazo con el proveedor que puede durar años por temas de soporte y doctrina.

 

En conclusión, tal vez Rusia obtenga al final un resultado positivo en Ucrania, pero también es cierto que la imagen de su industria militar ha sido golpeada, y por tanto su tarea a largo plazo será recuperar la confianza de sus clientes y su posicionamiento en el mercado mundial de armas.