A mediados de mayo recién pasado una noticia internacional vuelve a poner el foco de la atención, y de la preocupación, en Antártica. Rusia habría encontrado allí una de las reservas de petróleo más grandes del planeta, y precisamente en la zona de reclamo territorial que mantienen Chile, Argentina y el Reino Unido. Este hecho, pone en el debate internacional la conservación y la soberanía para la paz y la ciencia del continente antártico. Más de 500 mil millones de equivalentes del crudo en barriles de petróleo ha sido lo calculado y lo más probable es que sea solo “la punta del iceberg”. Que la Antártica haya sido un continente cubierto de bosques tropicales y con fauna diversa es un tema que hoy no se discute; retrocediendo tan solo 100 millones de años atrás en la historia de la Tierra encontraríamos un ecosistema antártico lleno de vida, semejante a la que hoy podemos apreciar en zonas septentrionales del planeta; su desplazamiento geográfico y sucesivas fracturas geológicas que fueron desmembrando el supercontinente de Gondwana hicieron que la Antártica tomara posición en sus actuales límites geográficos, generándose con ello la corriente circumpolar austral lo que, entre otros factores, fue congelando este territorio.

Hace 30 millones de años atrás Antártica ya era una enorme calota de tierra congelada. Todos esos bosques, plantas y restos orgánicos fueron descomponiéndose a través de millones de años, depositándose en cuencas que quedaron sepultadas por los hielos y transformándose finalmente en reservas de cadenas de hidrocarburos, hoy conocidas como petróleo. A la Antártica la resguarda el derecho internacional a través del Tratado Antártico y el Protocolo Medioambiental, que protegen al ecosistema de otros fines que no sea el científico y cuentan con una serie de medios de solución de controversias, en caso de ser necesario. Por el momento Rusia ha aclarado que este hallazgo obedece a sus prospecciones geológicas con fines científicos que realiza desde hace años en Antártica; sin embargo, las tensiones actuales entre Rusia, China y Estados Unidos, todos con operaciones científicas en Antártica, bien podrían generar un núcleo de tensión importante a nivel mundial. Chile, como país reclamante de soberanía antártica, deberá asumir y mantener un rol categórico respecto de la seguridad medioambiental de este ecosistema, único en el planeta.