Universidad: el poder blando de EE.UU. bajo ataque
El origen de la palabra “Universidad” se remonta al latín “universitas”: “el conjunto de todas las cosas”. En la evolución del concepto, hoy se puede entender como aquella institución de Educación Superior que busca la universalidad del saber. Entendemos que en esa “universalidad” se incluye, per se, la idea de pluralidad, sentido crítico, generación de conocimiento y formación de profesionales y que, ante todo, debe respetar la libertad, la diferencia de pensamientos y evitar la persecución política y la discriminación.
EE.UU. se ha caracterizado, en la definición del politólogo de Harvard, Dr. Joseph Nye, en proyectar su “poder blando” (“soft power”) desde su creación como Estado. Este país supo acumular poder nacional, lo que significa dotarse de recursos de todo tipo y convertirse en una superpotencia. La capacidad de atraer a los demás (“poder blando”) le permitió generar admiración en los demás países. Si bien no ha dejado de usar su “poder duro” o “hard power” (imposición, amenazas o castigos a otros), su poder blando se desarrolló a través de su modelo político (democracia liberal y república), su forma de Estado (modelo federal), su Constitución y desarrollo de los derechos humanos, así como también a través del cine (Hollywood), la música, la literatura, la tecnología, etc. Una de sus mayores virtudes ha sido justamente sus Universidades, muchas de las cuales han sido y son de las mejores del mundo.
Esa dimensión del poder blando está bajo ataque por el propio presidente Donald Trump. Primero comenzó con amenazas contra las Universidades que no habían adoptado las medidas necesarias para proteger a las minorías judías de sus planteles ante las grandes manifestaciones que se desarrollaron en varios Campus en favor de Palestina. Les criticó, como lo han hecho varios sectores, su permisividad con estas manifestaciones y los trató de antisemitas. Decidió advertirles que les quitaría las subvenciones que reciben del Estado si no adoptaban medidas que incluía entrar a modificar incluso currículums de varias Carreras o restringir temas en investigaciones que, para el gobierno, atentan contra su propia ideología. Columbia rápidamente aceptó estas condiciones para evitar problemas de financiamiento. Pero Trump incluso a esta Universidad le quitó las subvenciones. Luego amenazó con quitarles las exenciones tributarias y, en un paso más, a Harvard le prohibió recibir a estudiantes extranjeros, incluso poniendo en duda la continuidad de sus estudios a extranjeros que se encuentran actualmente inscritos.
La disputa con Harvard es conocida. A través de los tribunales de Justicia, la muy prestigiosa Universidad ha tratado de evitar estas medidas en su contra. El caso ha sido llevado hasta la Corte Suprema pero la tensión no para y la incertidumbre se apodera de los estudiantes y académicos extranjeros como también de aquéllos que realizan investigación en temas que para Trump son los que han llevado a la “decadencia” del país.
Balazo en los dos pies. Las Universidades son un valor en sí y se deben cuidar de los sectarismos y los extremos, por el bien del propio país. Aprendamos de este ejemplo.